22.2.08

el hijo del carnicero

La primera vez que le vi me dio un susto de muerte. Era de madrugada y yo volvía de fiesta, camino de mi, por aquel entonces, recién estrenado apartamento. Me interceptó a mitad de la calle -una calle que todavía me era desconocida- para decirme lo guapa que era y que si me acompañaba. Me siguió durante un buen rato. Él no debía tener más de 15 años, pero el hecho de que estuviera oscuro y yo llevara alguna copa de más; y de que el fuera árabe y un desvergonzado, pues que queréis que os diga, me acojonó.

Después de ese día le he visto decenas de veces. Es el hijo del carnicero hindú que hay al final de la calle. Siempre que nos cruzamos me sonríe. Creo que es su manera de disculparse por el susto que me dio ese día.

Esta tarde me he cruzado con él por la calle de siempre, caminaba apresuradamente e iba de punta en blanco: pantalón tejano recién estrenado, camisa planchada, zapatillas relucientes y pelo engominado. Lucía una tremenda sonrisa y en la mano llevaba una rosa. Creo que había quedado con una chica. Hoy he sonreido yo primero.

16.2.08

paz

Cuando llegó quedo sorprendida por lo grande que era aquel piso, un piso típico de la burguesía catalana reconvertido en centro social. Al entrar a la sala, una docena de personas -todas mujeres- se habían dispuesto en círculo, cada una sobre una manta blanca. A ella no le quedó más que imitarlas. Así que cogió una de aquellas mantas, la puso en el suelo esforzándose para que quedara tan lisa y perfecta como la de las otras, y se estiró en ella.

Luego vinieron dos horas para respirar, relajarse, pensar y no pensar, masajearse y recordarse a cada segundo que ella no era más que un ser encajonado entre el magma de la tierra y la libertad del cielo.

Al final de la sesión cogió una carta al azar. No se trataba de una carta de la baraja española, ni de la de póquer. Ni siquiera era una carta del tarot. Se trataba de una carta más grande que la de cualquier baraja que conocía. El reverso era como el de cualquier baraja, un entramado de líneas mediopsicodélicas azules (que a veces puedes ser rojas). En el anverso había un texto de unas cinco o seis líneas. Lo leyó dos, tres, cuatro veces, intentando comprender qué quería decir aquello... y aunque intuyó algo, no lo acabó de descifrar. No le preocupó lo más mínimo.

Dio las gracias, se puso los zapatos y se fue calle a bajo, sin saber muy bien cómo andar. La gente a su alrededor caminaba acelerada, los coches pitaban y algún conductor incluso gritó, pero ella no se percató de nada. Andaba despacio, como hacía años que no lo hacía.

Al llegar a casa la estaban esperando con la cena preparada. ¿Se le puede pedir algo más a un viernes por la noche? Mientras se hacía esta pregunta, se besaron como si hubiera pasado una eternidad desde la última vez que se habían visto. ¿Cenamos?

5.2.08

clasificados

Tal y cómo están las cosas hoy día, no os extrañe que dentro de poco en los anuncios de clasificados de La Vanguardia aparezcan mensajes como el siguiente:

"Se traspasa ex-novia con hipoteca."

un sms de buenas noches

Ayer me fui a dormir, como muchos días, sin noticias de él. Esperé un poco a dormirme para ver si me decía algo, si me llamaba para que le explicara cómo me había ido esa reunión tan importante o, sencillamente, si me llegaba un mensaje con un beso enorme sólo para mí... pero supongo que al final me quedé dormida...

Hoy, cuando he abierto los ojos a las 7.30h he visto que tenía un mensaje en el móvil. Mi cara se ha iluminado tanto que no ha hecho falta que subiera la persina para que en mi habitación se hiciera lde día... pero el mensaje no era de él; el mensaje era de otro...

Él no tiene por qué llamarme cada día ni mucho menos, pero no me gusta que me llamen más a menudo otros que él...