2.2.16

¿Jugamos?

¿Jugamos? Te pregunté.
Creí entender que me respondías que sí.
Pero al bajar al parque no te encontré.

Quizás fue mi desentreno en preguntar, quizás fue tu sordera. Quizás simplemente fue miedo.

Pero aunque no quiero, no puedo evitar pensar que, simplemente, no te apetece jugar conmigo.

¿Y ahora, dime, qué hago con este pasatiempo que inventé especialmente para ti y para mí?